lunes, 5 de septiembre de 2016

JIM MORRISON EN PARIS: PARTE I


Tomado del libro Jim Morrison, Mort ou Vif, de Hervé Muller. Ediciones Ramsay. 1991. Traducido del francés por Raúl Lino Villanueva.

Hervé Muller es una de las muy pocas personas que conocieron a Jim Morrison en París, meses antes de su muerte. Aquí nos cuenta lo que fue su experiencia de unos pocos días con Morrison.


París, 7 de mayo de 1971.

“…JI-IM-M-MOR-RI-SON!”. De las profundidades de mi sueño, escucho una voz desencarnada…Golpes sordos….Abro un ojo renegando. No había duda, tocaba a la puerta. Con insistencia.

Una voz entrecortada, aparentemente muy cansada por los seis pisos que había subido sin ascensor, se esfuerza gimiendo lo más fuerte posible: “Soy yo, Gilles….es-toy-ah-con-ahh-Ji-him-ah-Mo-oh-rrr’son…(suspiro)…Ah…bre……”. Renegando y no muy bien despierta, pero con más coraje que yo, mi novia, Yvonne, se levantó con un largo suspiro para abrir la puerta. Apenas abierta, la combatiente gira sobre si mismo bajo el peso combinando de nuestro amigo Gilles Yepremian y la forma titubeante que lo acompaña…

Yvonne y yo vivíamos en esa época en un gran estudio, en los techos de un viejo edificio, plaza Tristan Bernard, en la Av. Ternes. Dos amigos, de pasada en Paris, un belga y un gringo pasaban la noche en casa. Este último de repente se despertó, por todo la bulla, y se sienta, pensando en el hashis que tenía en su mochila: “¿Es la policía!?”
No era la policía.



El desconocido se suelta, pasa el umbral de un paso incierto y sube la mirada hacia nosotros…Esta vestido con un especie de mandil sucio y un jean que debe pararse solito. Unos mechones ocultan su rostro hinchado en donde distinguimos algunos vestigios de rostro angelical de antaño…Este vagabundo gordo borracho sería Jim Morrison? IMPOSIBLE!
Oscilando de forma inquietante, hace una señal con la mano incluyendo Yvonne y yo y nos lanza: Hi, you g-guys! How’y’doin’, uh? Si le saludo es apenas comprensible, tanto las sílabas que llegaban a pasar el umbral de su labios se telescopeaban, su voz, por el contrario, sorprende por su volumen sonoro, y sobre todo por la claridad del timbre, inmediatamente reconocible, contrastado. A pesar del contexto, escuchar lo me recuerda rápidamente “When the music’s over” y su legendario We want the world and we wanit….NOW!

Now? Esta noche el mundo puede dormir tranquilo, Jim Morrison a olvidado hasta su propia existencia: acaba de caerse, directo delante de él, como un árbol abatido, acostado borracho en nuestra cama. Es pesado el ogro. Yvonne y to logramos empujarlo lo justo para recuperar una esquina donde pasar el resto de la noche acurrucados, con Jim Morrison roncando a nuestros pies! A principios de mayo poca gente sabía que Jim Morrison estaba en París. Y como la grasa y la edad habían modificado su fisionomía, no era reconocido muy seguido.

Como no hacía nada por ocultarse, la noticia se filtra. Una noche, en el Barrio Latino, encuentra con los miembros de un grupo americano instalado en París, Clinic. Pasa la noche entera con ellos, bebiendo y cantando. Siempre es que por el intermediario de un amigo de los miembros de Clinic supe que Morrison estaba, o estuvo, en París. La sorpresa fue cuando una noche…


El Rock'N'Roll Circus....luego cambió de nombre, pardojicamente, a Wiskhy a Go Go.

Gilles comienza entonces a explicarnos el cómo y le porqué de esta extraña visita nocturna. Es en el pasadizo que sirve de entrada al Rock’N’Roll Circus que lo encontró, totalmente borracho, insultando a los que llegaban al bar. El seguridad lo botó. El amigo Gilles entró entonces a ayudar al cantante en perdición. El problema era que una vez haberlo sacado de allí no sabía qué hacer con él, entonces lo metió en un taxi y lo trajo a casa. “Bueno….bien….debo irme. Nos vemos”. Gilles se fue e Yvonne y yo nos miramos, luego miramos la masa acostada en nuestra cama.

La mañana siguiente, después de emerger de su sueño, mira alrededor suyo…”¿UDs quienes son? ¿Dónde estoy?”...pregunta en inglés., un poco sorprendido. Le explicamos. Ríe diciendo que no recuerda nada. Lo más sorprendente es que se le ve fresco, como una rosa. Como lo que tenemos para ofrecerle por desayuno no es de su agrado, nos invita a los cuatro a desayunar fuera.


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