Tomado del libro Jim Morrison: Life, Death, Legend, de Stephen Davis, Ghotam Books, Penguin group. 2004. Traducción por Raúl Lino Villanueva.
Robert Gover
El fin de semana del 19 y 20 de enero de 1968, después de tres semanas de descanso, los Doors reanudaron los conciertos en directo en el Carousel Theater de West Covina, cerca de Los Ángeles. La primera noche Jim estuvo genial, gracias a la energía de la música, desmayándose en el escenario y luego saltando hacia el micro, sin solución de continuidad. La noche siguiente, en el mismo lugar, estaba tan borracho que tuvo que apoyarse en el soporte del micrófono durante todo el concierto.
Durante la semana siguiente, Jim se puso a codificar las seis secciones de su poema épico The Celebration of the Lizard, que se suponía iba a llenar una o las dos caras del siguiente álbum de los Doors. También trabajaba en otro poema largo, Texas Radio, basado en las cadencias de los predicadores de la Biblia que él solía escuchar en el instituto. Presentó también al grupo su nuevo Orange County Suite, una serie de poemas cortos dedicada a Pamela. Ellos lo detestaron.
Jim también se veía con el novelista Robert Gover, autor de la novela de culto One Hundred Dollar Misunderstanding, de 1961. A Gover le habían dado el trabajo de hacer un retrato de Jim para el suplemento dominical del New York Times, y ellos habían almorzado juntos en New York la última vez que Jim estuvo allí. Jim había estado silencioso y distraído durante la comida, mientras que sus managers (“dos espabilados”, recuerda Gover) cotilleaban.
One Hundred Dollar Misunderstanding
Después Jim se llevo a Gover a pasear al parque y le dijo que estaba a punto de despedir a los managers. Jim miró a Gover y murmuró: “Mira, en realidad soy un poeta”. Sacó un cuaderno y se puso a leer en voz alta. “Había algo en cada poema que hacía que quisiera escucharlo otra vez – escribió Gover posteriormente – Ahí es cuando conocí al Jim Morrison poético, filosófico y muy leído”.
Después de ese encuentro, Jim empezó a frecuentar el apartamento de Gover en la playa de Malibú, estudiando la colección de libros de ocultismo del escritor y realizando proezas como balancearse de la baranda del balcón. Jim podía presentarse a las cuatro de la madrugada y asaltar la nevera. No paraba de preguntarle a Gover que debía hacer para que le publicaran los poemas. Una noche arrancó el Strange Days del tocadiscos de Gover y lo hizo pedazos a pisotones, profiriendo palabrotas de manera feroz. (La próxima vez que acudió a casa de Gover, Jim trajo un ejemplar nuevo del álbum y se ofreció a autografiarlo). En ocasiones se aparecía, encendía u porro e invitaba a Gover a pasear por la playa. Al anochecer, la novia de Gover hacía la cena. Cuando estaban a punto de sentarse a la mesa, Jim murmuraba: “¡Euuhhhh dejado a una chica…saben…sentada en el coche”. A la chica, la última conquista de Jim, normalmente muy joven, se la invitaba a cenar.
El Times apartó a Gover del reportaje cuando éste y el director no coincidieron en el enfoque, pero Jim siguió yendo al apartamento de Gover.
Una noche de colocón ellos decidieron ir en coche a Las Vegas, entonces todavía una bárbara ciudad del juego de la mafia, en el desierto baldío entre el Valle de la Muerte y el Paradise Valley de Nevada. Gover había vivido allí una temporada y le decía a Jim que eso era un campo de concentración auténtico. Jim quería conducir la enorme máquina de hierro de Detroit, un Old 98, hasta Las Vegas, y dijo que Pamela también quería ir. Pero justo antes de partir, Jim y Pamela tuvieron una pelea tremenda. (Una amiga de Pamela decía que Jim le podía haber contagiado la gonorrea a Pamela, y ella estaba furiosa de rabia). Así que Jim se fue a las vegas con Gover y su novia en plan de trío.
El 29 de enero de 1968, Jim condujo todo el día por el desierto, malhumorado, y llegaron a Las Vegas cerca del atardecer. Se reunieron con amigos de Gover, entre los cuales estaba un tipo negro llamado Don Chaney y su amiga, y fueron a cenar, y luego a un club de striptease llamado Pussycat A Go Go.
Jim lucía sus apretados pantalones de cuero, lleno de vino y hierba, formando parte de un grupo interracial de melenudos y pelucones en la conservadora Las Vegas. Se dedicó a provocar un desastre en una de sus juergas mejor documentadas. Cuando se bajó del coche ante el club de striptease, le gorreó un cigarrillo a Gover y se lo fumó entre las manos ahuecadas, como si escondiera un porro. El portero del club se metió con Jim y éste le respondió: “¿Por que no te subes a mi culo?”.
Tres semanas después, durante la grabación del Wainting for the sun...
De improviso el portero empuñó un taco de billar y lo partió en la cabeza de Jim con tres golpes rápidos. Conmocionado, Jim retrocedió y se puso a sangrar. El portero noqueó a otro de los amigos de Gover que intentó intervenir. El hombre negro – Chaney – se puso a gritar para que viniera la poli. En medio de este caos, Jim no dijo ni pío, recostándose en la pared con la cara ensangrentada. Los polis de Las Vegas llegaron en coche e inclinaron a Jim sobre el capó del auto patrulla. Jim comenzó a meterse con ellos: “Cerdos de mierda. Huevones. Bastardos estúpidos, les voy a retirar las placas y van a volver a recoger basura” Los polis detuvieron a Jim y a Robert Gover y los introdujeron dentro de la patrulla.
Posteriormente Gover escribió: “No sólo fue la situación grave del momento la que hizo brotar esa venganza invisible entre ángeles y demonios. También era el humor de la época, la guerra de Vietnam, el despilfarro de millones por todo el planeta lastimado injustamente por unos brutos uniformados como esos. Morrison pensaba y sentía en términos planetarios, y su mente tenía una manera extraña de retroceder en el tiempo, como si fuera la reencarnación de un sacerdote pagano al que hubieran quemado en la hoguera durante la Inquisición y estuviera aquí para vengar ese error, y todos los demás. En el alma de Jim Morrison había una rabia incontrolable contar la injusticia”
En la comisaría, el sargento echó un vistazo al pelo largo hasta los hombros de los detenidos y ordenó que se les hiciera un registro a pelo, un ritual humillante inflingido a los hippies. Luego los polis los rociaron con polvos anticucarachas. A Jim y a Gover les hicieron bajarse los pantalones – “Vamos a ver si son hombres o mujeres” – doblarse en dos hacia delante, les separaron las nalgas, y los rociaron con “una ráfaga final en todo el culo”. Lo que provocó la risita final de los polis que esa noche estaban de servicio. A Jim y a Gover se les acusó de embriaguez en público y de alterar el orden.
“Cuando ya nos habían fichado, tomado las huellas y metido en el depósito, James Douglas Morrison ya no estaba allí – escribió Gover – Sus ojos estaban desenfocados y él jadeaba como un dragón que echara fuego por la boca. Entonces fue cuando trepó por las rejas de nuestra altísima celda y se puso a gritar: Eh Bob, ¿no son los HIJOS DE PUTA mas feos que hayas visto nunca? (Hey, Bob, ain't they the ugliest motherfuckers you ever saw?) y otras linduras por el estilo, interpretadas con esa voz resonante y clara dicción que eran su marca de fábrica como cantante. No había manera de recordarle que la policía de Las Vegas gozaba de poder extralegal de liquidarte. Fuera lo que fuese la fuerza que el gobernaba no se preocupaba por su seguridad física, ni por la mía”.
Los polis que les detuvieron hicieron acto de presencia, les dijeron que a medianoche acababan el servicio y que les visitarían “en privado” cuando salieran. Gover estaba aterrorizado.
La novia de Gover les pagó la fianza a las once y media. Ellos se largaron de la comisaría de policía y fueron a recuperar el Old en el estacionamiento del Pussycat. Jim se puso al volante y decidió por el carril opuesto de la pista. Chaney agarró el volante y obligó a Jim a volver al carril y Gover lo sustituyó. Jim se reía como un loco. Fueron al Moulin Rouge, donde Jim decidió unirse al conjunto de jazz. Allí soltó uno de sus gritos dementes de Back Door Man y los músicos sencillamente dejaron de tocar. En este punto, Chaney, que tenía un físico de defensa de fútbol americano, agarró a Jim y le dijo que si no se comportaba esa noche era posible que le mataran. Terminaron en el apartamento de un amigo, escuchando discos de lo Doors. Chaney le dijo francamente a Jim que toda es “mierda de jerga” que escuchaba no lo impresionaba nada.
Al día siguiente, Jim condujo el Olds de regreso a L.A., llevó a Gover y su chica a cenar, y luego al Whisky A Go Go, en donde se lanzó a un análisis profundo de cómo los Doors habían desarrollado allí su música, gradual y metódicamente, refinándola frente a un público familiar y perspicaz. Jim se quejó que ahora él debía componer las nuevas canciones al frío, en el estudio. Ahora tenía que emocionar a millares de adolescentes chillones en palacios de hockey, chico que no tenían ni puta idea de lo que pasaba. Dijo que todo esto le aburría. Ellos dejaron a Jim en el motel Alta Ciénaga y se fueron a casa a Malibú. Después de esto, a Robert Gover no le quedaron ganas de hacer mucho mas cosas con Jim.
Las acusaciones de Nevada se desestimaron así que el abogado de Jim obtuvo el informe policial. Jim Morrison nunca volvió a Las Vegas. Esta no sería la última vez que una de sus patentes problemas se desencadenara a resultas de una pelea con la indomable Pamela Courson.
“una ráfaga final en todo el culo”. JAJAJAJA. Gracias por compartir estos detalles, soy fan de The Doors desde que tengo uso de razón. Mil, gracias (tu otro blog de Kubrock es realmente SUPREMO!!!)
ResponderEliminarThe Doors: A 40 años del Adiós
ResponderEliminarHace cuatro décadas, la banda ofreció su último concierto con la
formación original, en nueva orleans. un año Después, Jim Morrison
moriría.
Entra a http://www.playboy.com.mx/noticias/1133/The-Doors-A-40-anos-del-Adios/ para leer la nota completa
Hola amigos, buen blog!
ResponderEliminarLos invito a leer la investigación del historiador Hugo Vallenas sobre el legado intelectual y las referencias cultas en la músisca de The Doors.
Está en nuestro blog Soroche y Resaca
Un abrazo!
http://sorocheyresaca.blogspot.com/2011/11/el-rock-bajo-la-lampara-1-por-hugo.html